Betty Cárdenas

Hablar de Betty Cárdenas no es solo referirse a una artista plástica colombiana de trayectoria sólida, sino entrar a un universo íntimo, visceral y profundamente conmovedor donde la vida de mujer se convierte en materia prima del arte. Nacida en Medellín en 1960 y formada en la Fundación Universitaria de Bellas Artes, Cárdenas ha recorrido más de cuatro décadas de creación artística con una obra que se resiste a la indiferencia, que interpela, que sangra, que grita.

Desde sus primeras obras, donde el amor, el deseo y la traición eran los temas centrales, hasta su obra más reciente atravesada por la maternidad y la pérdida, Betty Cárdenas no ha pintado conceptos, ha pintado vivencias. Su arte es un autorretrato constante, una crónica emocional de lo que ha sido vivir como mujer en un país que, como ella misma señala, poco valora la vida. No es casual que sus obras se sientan tan potentes: no son productos de laboratorio conceptual, sino gritos nacidos de una piel que ha sentido, de un útero que ha gestado y de un corazón que ha sido desgarrado por la pérdida más brutal: la de su hija.

El asesinato de su hija mayor en 2008 marcó un antes y un después en su obra. De esa herida irreversible nace una producción que ha dado lugar a piezas como Bailarina en la eternidad, donde la figura de la bailarina —símbolo de su hija, de lo femenino, de lo bello— se convierte en emblema de una violencia que Colombia aún no ha sabido erradicar. Esta serie, profundamente poética y al mismo tiempo cargada de denuncia, no busca consuelo sino memoria, no ofrece belleza sin dolor. Le sigue la instalación Escudo de tutú, una pieza cargada de ironía trágica donde el cuerpo de la mujer es convertido en escudo, denunciando cómo lo femenino ha sido históricamente utilizado como protección o trofeo por los hombres.

Cada obra de Cárdenas es, en el fondo, una confesión: la suya, y la de muchas. Su obra es espejo y testigo, refugio y reclamo. Sus lienzos, performances e instalaciones nos interpelan como espectadores, como ciudadanos, como humanos, obligándonos a confrontar una verdad que preferiríamos no ver. Pero Betty Cárdenas no se permite el lujo del silencio, porque su arte está hecho del dolor y del amor, de la pérdida y de la resistencia.

Para curadores, coleccionistas y amantes del arte que buscan obras con un profundo arraigo emocional, político y humano, Betty Cárdenas representa una voz necesaria, cruda y luminosa. Su arte no solo cuenta su historia: nos convoca a mirar la nuestra.